martes, 17 de junio de 2008

¡Aguante el patrioti'mo, ami'tah!

Yo creo que nunca me sentí, no me siento, y no creo que alguna vez vaya a sentir la estúpida necesidad de sentirme patriota. Creo que la mayor parte de los defectos de cualquier país proviene de la gente que necesita sentir una miserable pertenencia y mostrar su pedante favoritismo. Y aunque lo fuera, ni siquiera encontraría razones para serlo, y mucho menos con las taradeces que nos intentan inculcar desde que somos escolares.

Deberíamos no tener prohibido el derecho a quemar la bandera de cualquier país. La de este y la de cualquier otro. A usarla de alfombra, a trapear el piso, a limpiarse el ojete y a quemarla. Cagarse mil veces en todas las leyes pedorras y en los jueces fachos que nos lo prohíben. Y no por esa cuestión egocéntrica de pendejo superado que quema la bandera de E.E.U.U. o de cualquier otra de dudosa procedencia. Simplemente, porque me parece incoherente seguir devotamente a un trapo sucio, a un pedazo de tierra, a sus costumbres y a sus "próceres" por el simple hecho de haber nacido dentro de los límites ficticios de un territorio. Por eso.